viernes, 9 de marzo de 2007

Infiltrados en Second Life


Mi primera excursión por Second Life llegó un domingo, cumplida ya la quinta semana de decirme a mí misma “de esta semana no pasa” Y es que, como Google, Second Life parece estar de pronto en todas partes, viviendo su primavera particular: políticos, músicos, artistas, ONG y hasta equipos docentes son noticia por haber celebrado sus eventos en este nuevo mundo virtual, que promete al mortal la experiencia Matrix con la que todos salimos del cine después de ver la película.

Lo cierto es que Second Life se parece en estética mucho más a los SIMS, o quizás a GTA San Andreas, con el interés añadido de que todos los avatares que aparecen en el transcurso del “juego” son personas reales. Y de que no hay “juego”, sólo espacios, estructuras, gente, tiendas y casinos -¡muchos!- bares y salas de arte, naturaleza... Si en GTA me quedaba boquiabierta al ver a mi avatar buceando entre tortugas y pececitos, Second Life consigue un impacto aún mayor.


Las arquitecturas no están cerradas, y en muchos lugares se pueden construir objetos o modificar la tierra. Algunos de los 4.000.000 de habitantes de este ciberplaneta han levantado estructuras por las que merece la pena pasearse. En mis breves incursiones he encontrado parques, cascadas, palacetes, galerías de arte y tiendas… Muchos espacios vacíos, porque en este particular Chat presencial sólo existes cuando estás conectado, por lo que hay pocos lugares realmente llenos de gente. Salvo el “home”, el punto cero al que regresan todos los avatares cuando se han perdido en uno de los vuelos – olvidé mencionarlo: ¡puedes volar! - de exploración, y donde los habitantes se relacionan más. Hablan (o gritan) en muchos idiomas, en una especie de babel donde generalmente se ven parejas mixtas en conversación. Ligar, por supuesto, es una de las opciones más utilizadas en Second Life, igual que en cualquier otro Chat.

En mis breves excursiones, he intentado situarme, sin demasiado éxito, en la geografía del planeta. No he podido acceder a algún concierto gratuito, por estar ya completo el aforo. He hablado un poco con algún otro avatar, tan despistado como yo, y he encontrado personajes pintorescos. He recibido algún regalo, como un par de brazaletes humanitarios para una manifestación. Me he sacado fotos y he enviado postales. He bailado en un casino-tienda-discoteca donde sólo había dos empleadas, usando una demo gratis. Pero sobre todo he paseado, cotilleando los espacios, explorando las arquitecturas, intentando atravesar cascadas y ocupar habitaciones. Reconozco que el diseño del mundo virtual siempre ha sido lo que más me ha gustado de cualquier videojuego, y Second Life ofrece muchas posibilidades en ese terreno. Así que, amantes de la estética, anímense.

Advertimos de que Second Life engancha, consume tiempo y es, para muchos, un sustituto de la vida real. Pero realmente, ¿por qué elegir? Escojan una tarde de domingo mortecina, lluviosa y fría, y viajen a Malibú desde su otra realidad.

Eso sí, continuamente procurarán venderles tierras. Y es que el negocio inmobiliario es ya toda una realidad virtual. Yo por el momento no consumo, pero seguro que vuelvo.

No hay comentarios: